El 15M es un movimiento pacifista; la paz es principio, objetivo y método. Lo sabe cualquiera que haya participado en una asamblea o concentración, lo sabe cualquiera que quiera saberlo. También lo sabe cualquiera que quiera destruirlo criminalizándolo.
El 14 por la tarde fui desalojado del Parc de la Ciutadella (menos mal que los mossos no me protegieron como al amigo Sebas cuando "limpiaron" Plaça Catalunya) Por la noche participé en la concentración frente a la entrada de Marqués d'Argentera, donde escuchamos a Miren Etxezarreta y a Arcadi Oliveras proponer alternativas justas y razonables que podrían liberar al Parlament del secuestro que sufre a manos del poder financiero. Ni rastro de violencia; paz en la palabra, en la mirada y en los corazones.
Los zarandeos, insultos y vejaciones que algun@s diputad@s sufrieron el día 15 son violencia, y como tal reprobable y ajena tanto al espíritu como a los métodos y objetivos del 15M. Pudieron ser en parte provocados y en parte fruto del carácter horizontal y abierto de un movimiento que aún no ha conseguido totalmente (en parte sí, es un proceso en marcha) que grupos muy minoriatarios asuman la voluntad pacifista de la inmensa mayoría. En cualquier caso, se evidenció la fragilidad del apoyo social indispensable para el crecimiento de este monstruo extraño, inclasificable e indomable que es el 15M, cuya mera existencia tanto incomoda a quienes tienen buenas razones para temerle y a quienes confunden la extrañeza del monstruo con algún tipo de amenaza o cuestionamiento a su labor.
Necesitamos más inteligencia para que nada ni nadie consiga ocultar lo justas y razonables que son las propuestas, más corazón para que se sigan tejiendo alianzas entre todas las personas que mirándose a los ojos puedan compartir parte del horizonte y del camino, más capacidad de seducción para que se complete la transición hacia el pacifismo de las minorías que partiendo de otras maneras de actuar han ido sintiendo en el calor del apoyo popular que la no violencia es el único camino.
Cuando observo cómo los actos violentos rechazados por el propio 15M son utilizados, convenientemente sobrefocalizados y sobredimensionados por los medios de propaganda oficiales, para calificar al movimiento de "kale borroka" y presentar sus propuestas alternativas como "el caos", me irrita aún más que pase casi desapercibido el hecho de que un Parlament secuestrado por la dictadura financiera recorte derechos humanos con los Presupuestos y profundice en la falta de democracia deliberativa y participativa con la Ley Omnibus.
Me siento parte del 15M, milito en una organización política (ICV) y llevo algunos años haciendo activismo social (MVI) Estoy acostumbrado a que en cada uno de esos ámbitos se me mire, a veces, con cierto grado de recelo por participar en modos y culturas tan diferentes. No me importa, todo lo siento necesario, todo lo vivo desde la coherencia de lo que pienso y sueño. Y hoy percibo más claro que ayer (me temo que menos que mañana) que necesito de todo ello; más ICV que nunca, más MVI que nunca, más 15M que nunca.
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