Manuel Lobato ha muerto. Si es que ello fuera posible. Algo ha pasado y la gente quiere explicarlo con la frase “Manuel Lobato ha muerto”, pero no creo que eso sea posible. Sería tanto como afirmar que mañana el Sol no saldrá, o dar la noticia de que en Pozuelo de Alarcón está lloviendo hacia arriba. Simplemente, no puede ser. Manolo encarna la vida misma, nos hace sentir el esplendor glorioso de cada momento en que estalla el tiempo...cuando reímos acompañados, cuando soñamos despiertos, cuando amamos a quemarropa o cuando la ternura se nos agolpa en la garganta a cada beso...
Así que si alguien quiere hablar de lo que ha pasado tendrá que explicarlo de otra manera, decir que el mundo ha cambiado o que el significado de las palabras vida y muerte no volverá a ser el mismo...o que ya no será tan sencillo sentirse atravesado por la vitalidad relampageante con que Manolo nos sacudía, que ya no estarán sus manos para guardar lo que de cálido tiene este mundo, ni su risa explosiva para resquebrajar la fría bóveda del cielo e inundar de luz y humanidad los corazones de todos y cada uno de quienes le conocimos...pero que nadie diga que Manolo se ha ido, él sigue ahí; en el relámpago vital, en las manos cálidas, en los corazones inundados, en la risa explosiva....
No puedo evitar la sensación de que si él leyese esto me apretaría la mano riendo, con la contagiosa y atronadora alegría con que sólo el podría hacerlo...”tronco, cómo te complicas” me diría....”basta con que pongas “Manuel Lobato ha vivido” “....y desde luego que ha vivido; sus ojos centelleantes se han humedecido ante el fulgor de increíbles paisajes siempre nuevos, no tanto porque cambiase el paisaje como por la frescura con que cambiaba su mirada indomable...su amor desbordante ha traído a este mundo dos hijos maravillosos (Marta, Alberto, os queremos) y ha tocado el corazón de cuantos nos cruzamos en sus locos sueños...su hechizo vitalista ha llenado de música bares, parques, salas de reuniones, conferencias, tugurios y hasta el mismísimo mar abierto...
Oiréis decir que fue un sabio, un maestro de vida, un luchador irreductible, un amante radical de la libertad, un artesano de la verdadera humanidad....y todo ello es cierto...y mucho más....no tanto porque podemos -fácilmente- extraerlo de sus escritos o deducirlo de sus discursos, sino por la indomable pasión que nos transmitió viviendo como pensaba, viviendo como sentía, viviendo, viviendo...
Manolo, te quiero mogollón tronco.
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